Es común que en las escuelas del país (Guatemala) por estos días se reciten, de manera mecánica, poemas, se entonen cantitos "honrando" al, así llamado, "héroe nacional"; durante mi niñez, cada 20 de febrero me emocionaba, porque en la escuela nos ponían a dibujar a Tecun Uman; fuera de eso, la historia que nos contaban, lejos de generar admiración hacia este señor, me provocaba lástima y desdén por su forma de proceder, según yo, irreflexiva, si se me permite el eufemismo.
Turisteando en una universidad, escuchaba a uno de los catedráticos mientras, con evidente fastidio, nos expresaba su punto de vista, algo que si se considera seriamente tiene validez; y es que sucede que entre las comunidades indígenas los líderes, las personas más respetadas y honorables, no son precisamente los tipos fornidos, jóvenes y valientes. Quienes tienen un lugar de honor en estas comunidades son los ancianos, las personas de mayor edad, de allí que sean ellos los que lideran, los que toman decisiones; en fin, decía este catedrático que para él, basándose en lo expuesto, Tecun Uman, si acaso existió tuvo que ser alguien de avanzada edad, y no un tipo en la flor de la edad, fornido y con ornamentos que, según las descripciones que se hacen en los relatos "históricos", más pareciera que fueron sacadas de alguna película.
Es sabido por muchos que la historia oficial, presenta relatos que responden a intereses de la oligarquía tradicional, de allí que el sistema educativo, por tradición adoctrine a las masas tomando como base relatos que han sido mancillados, incluso inventados.
Para ahondar en el tema, hemos de partir, de lo que se suscitó en tiempos de la colonia, cuando criollos y peninsulares reñían por el poder en tierras americanas, Severo Martínez, aludiendo a la Recordación Florida, relata: «Los españoles recién venidos a Indias, trataban de negar y disminuir la importancia de la conquista. Solían referirse a las guerras y triunfos de España en Europa y África, en donde no se había luchado contra armas de piedra y madera, decían, sino contra ejércitos que contaban con iguales y aun superiores recursos de guerra. En trozos como éste se perfila el engreimiento del español recién llegado, que menospreciaba el esfuerzo de los conquistadores, y, frente a él, el criollo aferrado a '…aquellos dichosos y felices siglos…'.»
El cronista Antonio de Fuentes y Guzmán (un criollo) ve en la conquista un hecho providencial, y en los conquistadores “…instrumentos escogidos de Dios para esta grande obra…” Expresa “gratitud” puesto que el bienestar que a los criollos les deparaba su privilegiada posición económica y social, se la debían, en efecto, a quienes habían tomado la tierra y habían sometido a los indígenas. Los criollos tenían clara conciencia de que ellos estaban gozando lo que otros habían conquistado. De allí que los herederos de la conquista, los criollos, sintieran verdadera veneración por los conquistadores. La gratitud se torna más ruidosa cuando el criollo tiene en mente a los peninsulares, a quienes, les interesaba negarle méritos a la conquista para restarle derechos a los criollos. La gratitud no fue la única causa de idealización de la conquista por los criollos.
Tomando en consideración lo anterior, engrandecer los méritos de la conquista era un modo de reforzar los derechos y merecimientos de los descendientes de los conquistadores. La idealización de la conquista iba íntimamente unida a la necesidad de mantener vivo su recuerdo, y que, todo esto junto, respondía a una necesidad social de los criollos.
La deformación de la conquista de Guatemala alcanzó su punto más extremado y grotesco en la idealización de Pedro de Alvarado. Este personaje sanguinario ( “este infeliz malaventurado tirano” como lo llama en algún lugar Fray Bartolomé de las Casas) se convirtió, por obra de la admiración de los criollos, en un semidios adornado con virtudes que nunca tuvo. Fuentes y Guzmán lo califica moralmente como “…incapaz de ladearse a otra parte que la de la razón y la justicia…”, “…compasivo y esclarecido…” Llega al flagrante extremo de presentarlo animado de una actitud amorosa y piadosa hacia los indígenas, incluso lo describe como el equivalente al héroe mitológico de los griegos, "Hércules que desde la cuna despedazaba áspides".
A estas alturas, ya podríamos aventurarnos a sacar conclusiones. Partiendo de lo expuesto, es propicio hacer hincapié en la siguiente declaración: "Los peninsulares solían referirse a las guerras y triunfos de España en Europa y África, en donde no se había luchado contra armas de piedra y madera, decían, sino contra ejércitos que contaban con iguales y aun superiores recursos de guerra." No cabe duda que este tipo de comentarios hirieron el ego de los criollos, que al no contar con argumentos que refutaran tales afirmaciones, optaron por hacer idealizaciones grotescas y quien quita que eso haya motivado la "creación" de un héroe que, en cierta manera "reivindicara" a los indígenas, de manera que estos parecieran más "dignos rivales". Teniendo la figura de un héroe ficticio como Tecun Uman, el criollo podría "reclamar" admiración hacia los conquistadores, y en particular, hacia un tipo sanguinario como lo fue Pedro de Alvarado, que con gallardía y heroísmo, finalmente tuvo a un rival de su "nivel", por lo menos de esa manera, los indígenas dejarían de parecer fantoches que no sabían defenderse, y que después de todo, tenían soldados de élite que podían presentar batalla a los conquistadores, lo cual redundaría en admiración y respeto hacia la élite criolla.
La figura de Tecún Uman, entonces, resultó necesaria para acallar las críticas mordaces de aquellos que en otras latitudes habían tenido rivales de su mismo nivel. Debe considerarse que el relato deja entrever prejuicios hacia el indígena, quien aparece como incapaz de diferenciar entre el jinete y la bestia, percibiendo al animal, como una prolongación del cuerpo del conquistador; eso ratificaría la inferioridad, en el sentido amplio de la palabra, del indígena, lo cual reforzaría la falsa idea de la "superioridad" hispana versus la inferioridad del nativo americano.
El statu quo, cada 20 de febrero refuerza el prejuicio que data desde tiempos de la colonia, "la inferioridad del indígena", y lo irreflexivos que estos pueden ser, por el simple hecho de ser indígenas.
Admirar a un ingenuo como Tecun Uman, eso es de verdaderos "patriotas", ese tipo de patriotas que aman al opresor y odian a las víctimas, quienes después de todo son los/las culpables de su infortunio; que apoyan y defienden todo lo relacionado con el individualismo y la ambición desmedida, que cuando se presenta la oportunidad, expresan su xenofobia; que se niegan a consultar fuentes alternas de información porque podrían estar "manchadas" con ideas que amenazan la estabilidad del país y atenten contra ese "estado de derecho" diseñado para favorecer a la élite.
En fin, el mito de Tecun Uman, debería ser reconsiderado, en función de los "beneficios" que deja a los estudiantes, que, en mi opinión, lejos de beneficiar, refuerza la idea del indígena tonto que es incapaz de distinguir a un caballo de una persona, y que debido a esa inferioridad merece estar en el estrato más bajo de la escala social, que no puede aspirar a otra cosa sino a ser un paria, un ser despreciable y marginado, invisible la mayor parte del tiempo, excepto cuando se trata de acumular votos en época de campaña política.
Consecuentemente, resulta imperativo defenestrar ese mito entre la población, de manera que no se hable más de Tecun Uman como el "héroe nacional", y que se hunda en lo más profundo del abismo del olvido, por los siglos de los siglos.
Fuentes consultadas
La Patria del Criollo, Severo Martínez Peláez
La Recordación Florida, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán
Wikipedia
Prensa Libre